Aunque mentalmente nos mantengamos jóvenes y activos, el organismo va envejeciendo creando una serie de problemas de salud que muchas veces se pasan por alto.
Uno de los principales tiene que ver con la alimentación.
Son muchos los ancianos que notan que ya no tienen el apetito de años anteriores y que incluso dejan de comer de forma saludable. Esto no deja de causar rápidos problemas, ya que la nutrición es clave para disfrutar de unos últimos años de vida plenos.
El descenso del apetito en la vejez es lo que se conoce como hiporexia siendo este un problema que tanto cuidadores profesionales como familiares que tengan a su cargo a una persona mayor deben conocer de cerca.
Qué es la hiporexia
Es cierto que el apetito es algo que va cambiando con el tiempo. No se tiene el mismo en la adolescencia que durante la madurez y tampoco existen las mismas ganas de comer cuando se vive un periodo de estrés que cuando se está tranquilo.
Llegar a la vejez también puede presentar problemas con la alimentación. Es más, se calcula que en torno al 60 % de las personas que han superado los 65 años tienen hiporexia o están manifestando su desarrollo.
Este trastorno de la alimentación es muy conocido en las personas mayores. Es normal que estas muestren un descenso del apetito. Es más, hasta cierto punto, se trata de un proceso normal fruto del envejecimiento de ciertos sistemas.
Con todo, hay que luchar contra sus consecuencias. Que sea normal aquí no significa que sea saludable. La hiporexia puede convertirse rápidamente en un problema de desnutrición que hará que el resto de patologías que existan previamente se agraven poniendo en serio peligro la vida de la persona que muestre sus síntomas.
Principales causas de la hiporexia
No existe un único cuadro de problemas que provoque el desarrollo de la hiporexia en ancianos. Es más, lo normal es que confluyan varios y que estos sean tanto de origen orgánico como psicológico.
La confluencia de estos es lo que hace que el tratamiento de este desorden alimenticio sea problemático. El médico deberá estudiar cada caso de forma particular y poner remedio a los problemas que detecte para que la situación no se agrave.
Por eso, en vez de hablar de forma generalizada de las causas de la hiporexia, vamos a crear dos bloques en los que se muestren los problemas psicológicos y los fisiológicos que se esconden tras la enfermedad.
Eso sí, no se debe olvidar que, en muchas ocasiones, es el envejecimiento del organismo el que provoca de fondo los problemas que estamos intentando abordar, algo que no se puede dejar de lado y contra lo que es complicado luchar.
Los factores psicológicos de riesgo de la hiporexia
Hay que situar a la soledad como uno de los problemas que conducen a la hiporexia. Son muchos los ancianos que viven solos y que pasan muchas horas en completa soledad. Esto no tarda en traducirse en problemas de ansiedad y depresión, los cuales ya de por sí son más que suficientes para alterar aspectos del día a día como la alimentación.
Está comprobado que las personas que viven solas tienen peores hábitos de vida. Esto incluye todo lo referente a la alimentación y la cocina. Al sentirse desganados para preparar qué comer, los ancianos comienzan a perder los buenos hábitos y se recluyen en alimentos ultraprocesados llegando incluso a dejar de comer en muchos casos.
Tampoco hay que dejar de lado situaciones que no decide la persona mayor y que afectan a su ánimo como, por ejemplo, el ingreso en una residencia contra su voluntad o la pérdida de la pareja.
Es aquí donde los problemas no tardarán en aparecer. Un anciano que no se alimenta bien será un anciano malnutrido y, por lo tanto, un anciano enfermo que no podrá enfrentarse a ciertas patologías.
Condiciones fisiológicas causantes de la hiporexia
Pero no solo la mente es capaz de conducir a situaciones de hiporexia. La falta de apetito es la manifestación temprana de algunos problemas de salud bastante graves. Por eso, el primer consejo que hay que dar a cualquier persona que se encuentre cerca de un anciano que no muestra apetito es el de acudir al médico.
Antes de entrar en esas enfermedades que pueden estar tras la hiporexia, conviene tener en cuenta que este problema es capaz de ser provocado por la ingesta de medicamentos. Es raro que los mayores no tengan al menos un tratamiento para alguna patología, por lo que hay que revisar si la falta de apetito se encuentra entre los efectos secundarios de la medicina.
Sin embargo, son más comunes las enfermedades que hacen perder las ganas de comer. La demencia, el Alzheimer, diferentes tipos de cáncer como el de colon o el de páncreas o problemas digestivos empiezan a mostrarse a través de los desórdenes alimenticios como es la hiporexia, por lo que deben ser descartados en una fase de diagnóstico.
Señales que alertan del desarrollo de hiporexia
La sospecha de la hiporexia es la que lleva a los cuidadores a actuar rápidamente y la que hará que los ancianos reciban el tratamiento que necesitan para recuperar las ganas de comer.
Entre los síntomas principales que hay que vigilar se encuentran los siguientes:
- La falta de apetito se prolonga durante largos lapsos de tiempo como semanas sin que se encuentren causas externas que puedan justificarlo.
- El anciano muestra una total inapetencia ante platos o productos que siempre había disfrutado.
- A medida que pasan los días sin alimentarse bien, crece el cansancio y la desgana.
Si se presta atención a estas señales, queda claro que solo se pueden advertir cuando se pasa tiempo con el anciano. Por ello, es fundamental acompañarlos en la medida de los posible para observar los hábitos de vida que van desarrollando.
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Las consecuencias que tiene la hiporexia en el organismo
La hiporexia conduce rápidamente a una serie de problemas que se pueden observar con mucha facilidad y entre los que destacan los siguientes:
- Desnutrición: llevar al cuerpo de un anciano a un estado de desnutrición será la puerta para que entren en él enfermedades, ya que el sistema inmunitario es de los primeros que se verá afectado por el estado de desnutrición.
- Agravamiento de las enfermedades previas: si el cuerpo se debilita, cualquier patología que existiera antes de la hiporexia empeorará de forma notable poniendo en peligro la vida de la persona mayor.
- Trastornos mentales: a veces se olvida que los cuerpos malnutridos no pueden funcionar bien a nivel psicológico. La falta de ciertas vitaminas y minerales se esconden tras algunas patologías psicológicas que aceleran el deterioro cognitivo que es normal en las personas mayores.
El tratamiento de la hiporexia
Cuando se habla de tratar la hiporexia no hay que pensar en un fármaco milagroso que cure el problema. El tratamiento estará centrado en controlar los hábitos del anciano y en crear rutinas que sean eficaces.
Adaptarse a las necesidades reales
Hay personas que comienzan con cuadros de demencias y con otras enfermedades que alteran notablemente sus rutinas. Ante este problema, lo mejor es ser flexible y ofrecer al anciano comida cuando lo demande y no en momentos fijos del día en los que es posible que la rechace.
Con este pequeño esfuerzo se conseguirá que las personas mayores sean capaces de alimentarse de forma más saludable sin que pierdan interés en la comida.
Menos cantidad, más frecuencia
Una de las mejores formas de luchar contra la aparición de la hiporexia es ofrecer al anciano alimentos con mayor frecuencia, pero en menor cantidad. Se pueden llegar a hacer hasta 6 comidas al día sin ningún tipo de problema, algo que ha demostrado ser muy eficaz para mantener una alimentación saludable en personas que muestran pérdida de apetito.
Es más, esta estrategia sirve para evitar otras complicaciones propias de la tercera edad como la deshidratación.
Alimentos fáciles de deglutir
Hay muchos problemas de salud, como la pérdida de piezas dentales o el Parkinson, que pueden hacer muy complicado el acto de masticar y tragar. Por ello, hay que crear platos adaptados a estas situaciones que sean fáciles de deglutir.
Los purés, las verduras cocidas o cualquier alimento que sea suave y blando serán adecuados para esos casos de hiporexia en los que la enfermedad comienza como un derivado de problemas como los que hemos descrito antes.
No forzar la ingesta
Bajo ningún concepto se puede obligar al anciano a comer o se le debe regañar. No hay que olvidar que este está pasando por una enfermedad o que sus dificultades para alimentarse son el síntoma de otra que hay de fondo.
Regañar solo conducirá a un empeoramiento de la situación y a la negativa del anciano a seguir las indicaciones dadas.
Recurrir a medicamentos
Siempre que el médico los prescriba, existen compuestos que estimulan el apetito y están especialmente indicados para personas mayores. Recurrir a ellos es una gran opción para corregir los peores síntomas de la enfermedad.